domingo, 22 de enero de 2012

8 - … al cielo

Con el nuevo centro, nuevos cohetes. Como habíamos dicho antes, ahora era el turno del A-3, el que iba a ser el más avanzado del mundo en ese momento. Desde 1935 se estaba trabajando en él, y ahora ya tenía una forma bien definida. Siete metros de longitud, 745 kilos de peso, motor de oxígeno líquido y alcohol etílico capaz de proporcionar una tonelada y media de empuje… pero los resultados no estuvieron a la altura. El 4 de diciembre de 1937 despegó el primer A3 de cuatro previstos desde la isla de Greifswalder, muy cerca de Peenemünde, aunque lo más correcto sería decir que lo intentó. Al poco rato de elevarse, se abrió el paracaídas de recuperación, perdió el rumbo y cayó mar adentro. Cada dos días despegó otro ejemplar, pero a los cien metros de altitud sufrían idénticos fallos con idénticos finales. El cuarto y último cohete se lanzó el 8 de diciembre, poco después del fallo del tercer ejemplar, con la diferencia de que éste carecía del paracaídas. No sirvió de nada. Tras unos días de reflexión, se decidió que el fallo estaba en los giróscopos, pues su control estaba en manos de un complicado sistema de tres giroscopios y dos acelerómetros que debían coordinarse para hacer cualquier corrección que necesitara el cohete. Pero ese sistema estaba aún muy por delante de las posibilidades de la época y nunca funcionaría bien. El A3, pues, voló cuatro veces y las voló mal. Era demasiado avanzado. Pero habría que trabajar en ese sistema de control, porque estaba claro que si se conseguían solucionar los problemas con él, se podría obtener un gran y fiable cohete capaz de grandes cosas.

Las obras de Peenemünde centraron toda la atención durante un tiempo, pero estaba claro que habría que trabajar aún mucho, y la cada vez más agresiva política exterior de Hitler, que parecía abocar de manera irremisible a una nueva guerra en Europa, hizo aumentar las presiones sobre los científicos para que obtuvieran resultados espectaculares en poco tiempo. Los resultados que esperaba la Wehrmacht eran los prometidos por Dornberger, que desde hacía ya tres años, allá por 1936, había pensado para obtener un cohete capaz de bombardear Paris a una distancia mucha mayor que el cañón “Gran Berta” durante la Primera Guerra Mundial:

    - ha de poder ser transportado en ferrocarril
    - debe ser lanzado desde rampas móviles
    - construido en materiales baratos y fáciles de conseguir para facilitar la producción en masa
    - una tonelada de explosivo
    - un alcance de unos 250 kilómetros
    - invulnerable a cualquier medida de defensa

Estas especificaciones eran francamente muy duras y las prestaciones del A3 aún estaban muy lejos de ellas. Como la denominación A4 ya estaba reservada para ese gran cohete, se empezó a pensar en un A5, más pequeño, que sirviera como “ensayo general” con el que corregir los fallos del A3. A principios de 1938 tenían una maqueta lista del cohete para poder probar su diseño aerodinámico lanzándolo desde un bombardero Heinkel He-111. En verano ya estaba listo un nuevo ejemplar, éste con motor pero sin sistema de guía, y se iniciaron las pruebas de vuelo. El éxito fue inmediato y un A5 llegó a los doce kilómetros de altitud. En realidad, el A5 fue un cohete excelente, pues gracias a su gran fiabilidad y a la posibilidad de recuperarse con un paracaídas permitía lanzar varias veces cada ejemplar probando, por ejemplo, diferentes diseños de aletas aerodinámicas, algo que solo podía realizarse de esa manera. Con la guerra ya empezada, en octubre de 1939, se lanzó el primer A5 completo, con motor y sistema giroscópico. El vuelo fue perfecto. El camino al A4 quedaba abierto.

2 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Thanks you for your comment and sorry for my English!. But you must know that very often I'm not so brief!!. Thanks again.

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