martes, 12 de abril de 2011

4 - Amigos para siempre



El impulso generado por el libro de Oberth en 1923 acabó convirtiéndose en una auténtica onda de choque, que reunió a varios aficionados a la navegación por el espacio. Eso ya lo hemos explicado en el artículo anterior, así que no vamos a repetirlo ahora.

 Hacía pocos años que había terminado la Primera Guerra Mundial. Cuando se firmó el armisticio del 11 de noviembre de 1918, y meses más tarde, el Tratado de Versalles, se aseguró que esa iba a ser la guerra que iba a terminar con todas las guerras, dada la crueldad con que se luchó. Más de ocho millones y medio de muertos, poco más de veintiún millones de heridos y otros siete millones y  pico de desaparecidos (algo así como el 58% de todas las tropas movilizadas) dejaron un continente roto y hundido, económica y demográficamente. A Alemania le correspondió pagar con todos los gastos de la guerra, algo que la arrastraría irremisiblemente a un sentimiento de venganza que acabaría desembocando en la Segunda Guerra Mundial, aún más dura y sangrienta que la anterior. Ahora, con la llegada de la paz, Europa volvía a respirar y se despertaron unas enormes ansías de vivir la vida, a disfrutar cada momento como si fuera el último, olvidar lo pasado. Esas ansías se notaron, en especial, en los Estados Unidos, lanzados ahora a lo más alto del podio de las potencias mundiales. La sangría europea significó el auge del Nuevo Continente. Pero aún así, los grandes avances tecnológicos conseguidos (la aviación, la fabricación de coches en cadena, el cine…) parecían ayudar a olvidar las penas pasadas. Y la astronáutica era una buena vía de escape para mucha gente. Viajar por el espacio, abandonar este atribulado planeta y buscar nuevos mundos libres del pecado de la soberbia humana parecía una manera lógica de superar el trauma de la guerra. Hermann Oberth y su libro lo hicieron posible. Esos aficionados no tardaron en formar la Sociedad para el Vuelo Espacial (Verein für Raumschiffhart) y tampoco tardaron en encontrar alguien que los subvencionara. El joven Fritz von Opel, nieto del fundador de una fábrica de máquinas de coser, reconvertida más tarde en una de bicicletas, pensó que podría ayudar a promocionar los coches que su padre y su tío habían empezado a diseñar y construir. Su obsesión era la velocidad, ir más rápido que nadie, y los simples motores de gasolina no se lo iban a permitir. Quizás, añadiendo unos pocos cohetes a un coche, o a una moto, o a un tren, se podrían batir récords de velocidad y récords de ventas de sus coches gracias a la publicidad que se podría conseguir.

Max Valier. Murió demasiado joven, pero dejando un gran trabajo.
La VfR, por su parte, también necesitaba un poco de esa publicidad y un mucho del dinero de Opel, así que haciendo de tripas corazón, decidieron aparcar el tema de los cohetes de combustible líquido y concentrarse en los de combustible sólido para propulsar los sueños de Opel. Más adelante, con el dinero obtenido, ya se dedicarían a su verdadero objetivo. Uno de los socios fundadores de la VfR era Max Valier, bien conocido en la época no solo por su faceta de inventor sino también de escritor. Al año siguiente de la publicación del libro de Oberth, salió a la venta su “Der Vorstross in Weltraum” (El camino al espacio exterior), escrito con la colaboración de éste, y que decía más o menos lo mismo que el “Die rakete…”, pero en un lenguaje más llano, para los no iniciados. Fue tal su éxito, que en 1930 ya se habían hecho seis ediciones (cosa que no podía decir Oberth). Anteriormente, había publicado una obra de ciencia-ficción (“El fin del mundo”) y aún publicaría unos pocos libros y artículos más (“Guía de Instrucciones para la lectura de dibujos cosmotécnicos”, “Introducción a la Doctrina del Hielo Universal. Los Enigmas del Reino Solar”, “De Berlín a Nueva York en una hora”, “Un atrevido viaje a Marte”, “Viajes en Cohetes”, “El Desarrollo de Nuestro sistema Solar tras los más recientes conocimientos cosmotécnicos”), ganándose una buena reputación como divulgador y promotor de la exploración del espacio. Pero además de un buen teórico, era un hombre práctico habiendo estudiado física, matemáticas y astronomía, así que no le costó mucho arremangarse para empezar a construir motores de combustible sólido para cohetes para propulsar toda clase de vehículos. En realidad, aunque fue uno de los fundadores de la VfR, sus relaciones con otros socios de esta sociedad no eran excesivamente cordiales y no sabemos por qué. Quizás por su excentricidad, por sus visiones más futurísticas sobre el futuro de la astronáutica, o por su apoyo a la extraña teoría de la Cosmología Solar de Hans Horbigger. Más de una vez se pensó en echarle de su propia asociación, pero nunca llegó a llevarse a cabo. Ese mismo “feeling”, o carencia de él, es el que mantenía con su benefactor, Fritz von Opel, y poco a poco fueron distanciándose tanto que acabaron rompiendo relaciones. Pero de momento, la cosa empezó bastante bien.

            Valier, ayudado por el pirotécnico Alexander Sander, iniciaron su trabajo contratando a varios diseñadores de aviones para que realizaran unos diseños exclusivos para probar los cohetes:

-       el piloto, diseñador y constructor de aviones Julius Hatry (1906-2000) se encargó de un planeador, que se bautizó Opel-Sander RAK.1.
-       la misma fábrica Opel construiría un coche de bonitas y aerodinámicas líneas, el Opel-Sander RAK.2.
-       Alexander Lippisch, un no menos extravagante diseñador aeronáutico, construyó otro planeador para ser propulsado por cohetes, apodado “Ente” (pato, en alemán) por su extraño aspecto, que tenía los estabilizadores de cola situados delante de la cabina del piloto y el ala bastante retrasada.
-       Gottlob “Espe” Espenlaub modificaría un diseño suyo de planeador, el EA-1 para usar cohetes, al que se llamaría Opel-Sander RAK.3
-       y el ingeniero y pintor suizo Alexander Soldenhoff (1882-1951) construiría el primer avión expresamente diseñado para ser impulsado por cohetes, el E-15.

Fritz von Opel sobre el coche RAK 2 después de batir el récord.
El RAK 3, con sus cohetes tras la cabina del piloto.
Además, existía una moto RAK 6 y un tren RAK 7. Todos estos vehículos irían impulsados por toda una gama de cohetes de combustible sólido que iban desde los más potentes, pensados para dar el gran impulso inicial, hasta los que tenían la combustión más lenta y cuya misión era durar más rato aunque con menos potencia. El primer vehículo en entrar en la historia de los engendros impulsados por cohetes, fue el coche RAK 2, en el que el propio von Opel hizo una exhibición el 23 de mayo de 1928. Aunque ahora nos hace sonreir, en esa ocasión obtuvo el récord mundial de velocidad, al alcanzar los 238 km/h en la pista berlinesa AVUS (un peligroso “autódromo” cerca de Berlín, consistente en dos largas rectas unidas por sendas horquillas, en el que se mataron varios pilotos durante sus años de existencia porque era muy fácil obtener altas velocidades, pero no daba tiempo de frenar lo suficiente como para controlar el coche en las dos cerradas curvas). Casi un mes después voló el planeador “Ente”, que llegó a recorrer 1.200 metros en tan solo un minuto, tiempo sobrado para ver que ese aparato no era muy apto para el vuelo. Al cabo de solo un par de pruebas, un cohete explotó y el planeador se estrelló. El siguiente en ser probado iba a ser el RAK 3, que a simple vista tampoco podía despertar mucha confianza. Tenía dos cohetes, uno sobre el otro, tras la cabina del piloto y para evitar que el chorro de gases chamuscase la cola, se añadió una fina chapa de acero a la parte posterior del fuselaje. Vana ilusión. Tras dos vuelos, se incendió y cayó. Las esperanzas recaían ahora en el RAK 1. Fritz von Opel intentó elevarlo dos veces el 30 de septiembre de 1929 antes de conseguirlo y recorrer un kilómetro y medio. La velocidad no fue gran cosa, pero al menos se podía manejar con facilidad. Por supuesto, la felicidad no duró mucho y tras unos pocos vuelos más, el RAK 1 se estampó contra el suelo. Opel pilotaba ese vuelo y aunque tuvo la suerte de salir con solo algunos rasguños decidió que ya había tenido demasiadas emociones y retiró su apoyo a la VfR.

El E-15 despegando.
Para entonces ya estaba listo el E-15 y se decidió que antes de probarlo con cohetes lo probarían con un motor convencional, a ver qué tal volaba. Finalmente, el 4 de mayo de 1930, el E-15 se elevó impulsado por una batería de cohetes aunque no llegó a volar muy bien. Ni ese día ni ningún otro. La corta vida de este avión también terminó de forma brusca contra el suelo, pero por suerte solo se llevó por delante las ilusiones de Spenlaub (y algunas heridas leves para él, que era el que lo pilotaba).
Así terminó la colaboración entre Opel y la VfR. Lo único que se había conseguido era publicidad para los coches y dinero y popularidad para la VfR, pero la auténtica investigación sobre cohetes de combustible líquido iba a empezar ahora.