viernes, 23 de marzo de 2012

CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE WERNHER VON BRAUN


Hoy, 23 de marzo del 2012, se cumplen los cien años del nacimiento del protagonista de este blog, Wernher von Braun. Ingenuamente, creía que este hecho tendría más repercusión “mediática”, pero parece ser que el nacimiento del hombre que hizo posible viajar al espacio no merece ni siquiera uno de esos curiosos logos del buscador Google, que muchas veces conmemoran hechos y personajes que no merecen tal atención. Y sorprende más siendo el centenario, no el septuagésimo noveno, o el quincuagésimo cuarto, que el 100 siempre es una bonita cifra fácil de recordar y que da mucho juego a los diseñadores gráficos. En fin, quizás en la Luna se acuerden más de él, ya que nadie es profeta en su tierra, y la tierra de von Braun es todo este planeta. Un error histórico irreparable.
Wernher von Braun fue el que diseñó la V-2, como queda claro en este blog, y la generación de cohetes que acabó desembocando en el Saturn V que llevó al hombre a la Luna. Suele pasarse por alto su mano en el proyecto Skylab, en el diseño de satélites meteorológicos, o en el del transbordador espacial, el famoso “Space Shuttle” recientemente retirado. Pero en cambio no falta gente que le atribuye cosas en las que nunca participó, bien por ser responsabilidad de otros diseñadores, o porque esos diseños nunca existieron. Es muy corriente encontrar páginas web, artículos o blogs mal informados que atribuyen a von Braun el diseño de las V-1, por ejemplo, o alguno que asegura que diseñó “las armas V” (o sea, todas), sin tener en cuenta que está mezclando churras con merinas. También se le atribuye el diseño de platillos volantes, o el encubrimiento del OVNI estrellado en Roswell o en Aztec. Todos esos hechos no tienen nada que ver con von Braun, y simplemente bastaría con echar un vistazo a cualquier biografía sobre él para darse cuenta de que ni por inquietudes, ni por fechas, ni por oportunidad, ni por ninguna otra cosa podría haber una relación entre Braun y todas esas afirmaciones. Cuando ocurrieron la mayoría de ellos, von Braun no era más que un simple prisionero en Estados Unidos sin ningún tipo de derechos, y menos aún de pasearse libremente por Nuevo México. Cuando se casó (y, hablando de memoria, creo que fue por esas fechas), von Braun iba escoltado por dos guardaespaldas. Si no podía ni casarse, menos iba a poder meter la nariz en un proyecto de alto secreto del gobierno americano que no quería reconocer que se encontraba en su país. Existen muchas biografías competentes, aunque la mayoría están en inglés, por supuesto. En castellano, existe la magnífica obra de Javier Casado, “Wernher von Braun, entre el águila y la esvástica” que, sin duda, aclarará muchas dudas y errores sobre su vida y su obra.
Por mi parte, aprovecho para dar las gracias públicamente a la Editorial Melusina que ha decidido conmemorar este centenario publicando un libro sobre la V-2 escrito por mí, dándome la oportunidad de rellenar un poco más este hueco histórico a nivel editorial en castellano. La segunda guerra mundial y los inicios de la exploración del espacio son temas profusamente documentados en varios idiomas, pero por alguna razón que se nos escapa, resulta difícil encontrar libros o artículos sobre ello en castellano. Ojalá la cosa cambie pronto, pero para eso hace falta un esfuerzo de todos, de autores y editores, que de lectores hay de sobras.


Editorial Melusina

Enlace al libro "V2, la venganza de Hitler": http://melusina.com/libro.php?idg=49300


 


domingo, 22 de enero de 2012

8 - … al cielo

Con el nuevo centro, nuevos cohetes. Como habíamos dicho antes, ahora era el turno del A-3, el que iba a ser el más avanzado del mundo en ese momento. Desde 1935 se estaba trabajando en él, y ahora ya tenía una forma bien definida. Siete metros de longitud, 745 kilos de peso, motor de oxígeno líquido y alcohol etílico capaz de proporcionar una tonelada y media de empuje… pero los resultados no estuvieron a la altura. El 4 de diciembre de 1937 despegó el primer A3 de cuatro previstos desde la isla de Greifswalder, muy cerca de Peenemünde, aunque lo más correcto sería decir que lo intentó. Al poco rato de elevarse, se abrió el paracaídas de recuperación, perdió el rumbo y cayó mar adentro. Cada dos días despegó otro ejemplar, pero a los cien metros de altitud sufrían idénticos fallos con idénticos finales. El cuarto y último cohete se lanzó el 8 de diciembre, poco después del fallo del tercer ejemplar, con la diferencia de que éste carecía del paracaídas. No sirvió de nada. Tras unos días de reflexión, se decidió que el fallo estaba en los giróscopos, pues su control estaba en manos de un complicado sistema de tres giroscopios y dos acelerómetros que debían coordinarse para hacer cualquier corrección que necesitara el cohete. Pero ese sistema estaba aún muy por delante de las posibilidades de la época y nunca funcionaría bien. El A3, pues, voló cuatro veces y las voló mal. Era demasiado avanzado. Pero habría que trabajar en ese sistema de control, porque estaba claro que si se conseguían solucionar los problemas con él, se podría obtener un gran y fiable cohete capaz de grandes cosas.

Las obras de Peenemünde centraron toda la atención durante un tiempo, pero estaba claro que habría que trabajar aún mucho, y la cada vez más agresiva política exterior de Hitler, que parecía abocar de manera irremisible a una nueva guerra en Europa, hizo aumentar las presiones sobre los científicos para que obtuvieran resultados espectaculares en poco tiempo. Los resultados que esperaba la Wehrmacht eran los prometidos por Dornberger, que desde hacía ya tres años, allá por 1936, había pensado para obtener un cohete capaz de bombardear Paris a una distancia mucha mayor que el cañón “Gran Berta” durante la Primera Guerra Mundial:

    - ha de poder ser transportado en ferrocarril
    - debe ser lanzado desde rampas móviles
    - construido en materiales baratos y fáciles de conseguir para facilitar la producción en masa
    - una tonelada de explosivo
    - un alcance de unos 250 kilómetros
    - invulnerable a cualquier medida de defensa

Estas especificaciones eran francamente muy duras y las prestaciones del A3 aún estaban muy lejos de ellas. Como la denominación A4 ya estaba reservada para ese gran cohete, se empezó a pensar en un A5, más pequeño, que sirviera como “ensayo general” con el que corregir los fallos del A3. A principios de 1938 tenían una maqueta lista del cohete para poder probar su diseño aerodinámico lanzándolo desde un bombardero Heinkel He-111. En verano ya estaba listo un nuevo ejemplar, éste con motor pero sin sistema de guía, y se iniciaron las pruebas de vuelo. El éxito fue inmediato y un A5 llegó a los doce kilómetros de altitud. En realidad, el A5 fue un cohete excelente, pues gracias a su gran fiabilidad y a la posibilidad de recuperarse con un paracaídas permitía lanzar varias veces cada ejemplar probando, por ejemplo, diferentes diseños de aletas aerodinámicas, algo que solo podía realizarse de esa manera. Con la guerra ya empezada, en octubre de 1939, se lanzó el primer A5 completo, con motor y sistema giroscópico. El vuelo fue perfecto. El camino al A4 quedaba abierto.

7 - De Peenemünde…

Contrariamente a lo que mucha gente cree, Peenemünde no es una isla. Es una península situada en el extremo de una extraña isla, de nombre Usedom, situada en la desembocadura del rio Peene, junto a la actual frontera polaca. El nombre de la península lo toma de un pequeño pueblo de pescadores situado en esa zona, tan pequeño que incluso hoy en día tiene un censo de solo 336 personas, a 31 de diciembre del 2009, repartidos en 25 kilómetros cuadrados de un terreno con solo tres metros de elevación sobre el mar. Es una zona muy alejada de cualquier sitio, con muchas dunas de arena y pantanos, en la que se encontraban los cisnes y los ciervos que tanto gustaba de cazar el abuelo de von Braun.
Mapa de Peenemünde, con texto en castellano. Usedom está incorrectamente identificado (Internet).

Dornberger y von Braun estudiaron a fondo la isla, en busca de sus ventajas y sus puntos débiles, y quedaron tan encantados con lo que vieron que inmediatamente se pusieron en contacto con los Ministerios del Ejército y del Aire para adquirir una zona reservada para sus experimentos. Al cabo de poco tiempo, bajo la pantalla de la organización propagandística nazi “Kraft durch Freude” (Fuerza por la Alegría), se trasladaron a esa península centenares de obreros y técnicos para construir una colonia de descanso veraniega para los trabajadores alemanes. En realidad, lo que allí construyeron no fue una zona residencial para pasar las vacaciones sino talleres, barracones, alojamientos, laboratorios y zonas de prueba entre otras. Para esquivar  miradas inquisitivas, todo ello se construyó imitando fielmente el estilo de construcción de otros pueblos de la zona, así que había que fijarse mucho para ver lo que había debajo de todo ese camuflaje.
Mapa de Peenemünde en inglés. Usedom está correctamente identificado (Internet).
armadas se ocuparía de sus propios proyectos y pruebas, sin que la otra interfiriera, y tan solo compartirían los gastos de construcción y mantenimiento de la base. Por supuesto, eso nunca pasó y la convivencia del ejército y la fuerza aérea trajo muchos problemas. En ese alejado entorno (a 150 kilómetros de la gran ciudad más próxima, como Rostock o Stettin, y a 200 de la capital alemana), la Luftwaffe se centró desde un principio en el desarrollo de aviones cohete y otros ingenios, mientras que el ejército se centró en los grandes cohetes de combustible líquido, como ya sabemos. Con el tiempo, la fuerza aérea conseguiría poner en producción un extraño avión sin piloto propulsado por un pulsorreactor, y con una tonelada de explosivos, que se acabó bautizando como V-1.
La parte más boscosa de la península era la noreste, y para aprovechar el camuflaje de esos árboles, se decidieron construir allí las instalaciones del “Entewickzungswerk” (Trabajos Experimentales). El resto de la península eran playas y dunas, más aptas para las zonas de prueba de los cohetes. Hacia el suroeste, bastante cerca del pueblo, se instaló un generador de 20.000 kilovatios y una fábrica de oxígeno líquido. El pequeño puerto de pescadores de Peenemünde también tuvo que ser reformado, dragándolo y ampliándolo para permitir su uso por parte de pequeñas unidades navales de la Kriegsmarine. Los alojamientos de los técnicos y científicos de la base estaban en la zona sureste, cerca de la ciudad de Karlshagen, en la que se construyeron nuevas tiendas, colegios y campos de deporte, convirtiéndose el hotel de la ciudad en el centro de reunión social de los privilegiados cerebros enviados a Peenemünde.

Residencia de científicos en la ciudad de Karlshagen, en 1937 (Bundesarchiv, via Wikimedia Commons).

Esta es la descripción física de las instalaciones, pero Peenemünde era mucho más que eso. Los que allí trabajaban eran, en su gran mayoría, científicos de distintas especialidades, que en muchos casos habían estudiado o trabajado juntos anteriormente. Eso les convertía en amigos o, como mínimo, colegas de profesión. Y nada tenía que ver que alguno de ellos tuviera alguna experiencia militar, porque las graduaciones entre ellos no tenían lugar. Allí lo que mandaba era el rango académico, no el militar, así que no era del todo extraño que un sargento diera órdenes a un teniente. Y tampoco era extraño oír conversaciones en cualquier acento de cualquier rincón del Reich o, más tarde, de países ocupados. La uniformidad tampoco era una norma de estricto cumplimiento en la base secreta, ni el origen social de los trabajadores. Con todo ello, podemos intentar imaginarnos un Peenemünde habitado con toda clase de personas que hablaban alemán con acento aristócrata de Baviera o minero de Silesia, checo, francés, húngaro, bielorruso o letón, vestidos con trajes de confección o con uniformes de la Wehrmacht, las SS, monos de trabajo. Con toda seguridad, Peenemünde era el pueblo más mezclado y heterogéneo de todo el planeta en ese momento, algo que solo sería igualado por los aliados en Los Álamos y los rusos en Akademgodorok. Pero la construcción de este gran centro de investigación se salió tanto del presupuesto, que la Luftwaffe decidió retirar su financiación en enero de 1939 y dejar al Ejército a cargo de todo. La fuerza aérea tuvo que conformarse con el control del aeródromo, aunque lo aprovechó al máximo para desarrollar sus propios proyectos. Cuando empezó la guerra, se inició ya perentorio terminar con las obras, por lo que Hitler encargó a Albert Speer que lo terminara de una vez. Y éste, quizás consciente de la importancia de Peenemünde no solo para la guerra, sino para después, una vez que Alemania ganara la guerra, imaginó y diseñó un Peenemünde como una ciudad capaz de alojar 30.000 científicos y convertido en el centro espacial del mundo.

A finales de 1939, tras haberse gastado unos 300 millones de marcos (a los que habría que sumar otros trece millones anuales para mantenerlo funcionando), Peenemünde ya era una realidad, concluyendo también entonces el traslado del material y personal desde Kummersdorf.