domingo, 22 de enero de 2012

7 - De Peenemünde…

Contrariamente a lo que mucha gente cree, Peenemünde no es una isla. Es una península situada en el extremo de una extraña isla, de nombre Usedom, situada en la desembocadura del rio Peene, junto a la actual frontera polaca. El nombre de la península lo toma de un pequeño pueblo de pescadores situado en esa zona, tan pequeño que incluso hoy en día tiene un censo de solo 336 personas, a 31 de diciembre del 2009, repartidos en 25 kilómetros cuadrados de un terreno con solo tres metros de elevación sobre el mar. Es una zona muy alejada de cualquier sitio, con muchas dunas de arena y pantanos, en la que se encontraban los cisnes y los ciervos que tanto gustaba de cazar el abuelo de von Braun.
Mapa de Peenemünde, con texto en castellano. Usedom está incorrectamente identificado (Internet).

Dornberger y von Braun estudiaron a fondo la isla, en busca de sus ventajas y sus puntos débiles, y quedaron tan encantados con lo que vieron que inmediatamente se pusieron en contacto con los Ministerios del Ejército y del Aire para adquirir una zona reservada para sus experimentos. Al cabo de poco tiempo, bajo la pantalla de la organización propagandística nazi “Kraft durch Freude” (Fuerza por la Alegría), se trasladaron a esa península centenares de obreros y técnicos para construir una colonia de descanso veraniega para los trabajadores alemanes. En realidad, lo que allí construyeron no fue una zona residencial para pasar las vacaciones sino talleres, barracones, alojamientos, laboratorios y zonas de prueba entre otras. Para esquivar  miradas inquisitivas, todo ello se construyó imitando fielmente el estilo de construcción de otros pueblos de la zona, así que había que fijarse mucho para ver lo que había debajo de todo ese camuflaje.
Mapa de Peenemünde en inglés. Usedom está correctamente identificado (Internet).
armadas se ocuparía de sus propios proyectos y pruebas, sin que la otra interfiriera, y tan solo compartirían los gastos de construcción y mantenimiento de la base. Por supuesto, eso nunca pasó y la convivencia del ejército y la fuerza aérea trajo muchos problemas. En ese alejado entorno (a 150 kilómetros de la gran ciudad más próxima, como Rostock o Stettin, y a 200 de la capital alemana), la Luftwaffe se centró desde un principio en el desarrollo de aviones cohete y otros ingenios, mientras que el ejército se centró en los grandes cohetes de combustible líquido, como ya sabemos. Con el tiempo, la fuerza aérea conseguiría poner en producción un extraño avión sin piloto propulsado por un pulsorreactor, y con una tonelada de explosivos, que se acabó bautizando como V-1.
La parte más boscosa de la península era la noreste, y para aprovechar el camuflaje de esos árboles, se decidieron construir allí las instalaciones del “Entewickzungswerk” (Trabajos Experimentales). El resto de la península eran playas y dunas, más aptas para las zonas de prueba de los cohetes. Hacia el suroeste, bastante cerca del pueblo, se instaló un generador de 20.000 kilovatios y una fábrica de oxígeno líquido. El pequeño puerto de pescadores de Peenemünde también tuvo que ser reformado, dragándolo y ampliándolo para permitir su uso por parte de pequeñas unidades navales de la Kriegsmarine. Los alojamientos de los técnicos y científicos de la base estaban en la zona sureste, cerca de la ciudad de Karlshagen, en la que se construyeron nuevas tiendas, colegios y campos de deporte, convirtiéndose el hotel de la ciudad en el centro de reunión social de los privilegiados cerebros enviados a Peenemünde.

Residencia de científicos en la ciudad de Karlshagen, en 1937 (Bundesarchiv, via Wikimedia Commons).

Esta es la descripción física de las instalaciones, pero Peenemünde era mucho más que eso. Los que allí trabajaban eran, en su gran mayoría, científicos de distintas especialidades, que en muchos casos habían estudiado o trabajado juntos anteriormente. Eso les convertía en amigos o, como mínimo, colegas de profesión. Y nada tenía que ver que alguno de ellos tuviera alguna experiencia militar, porque las graduaciones entre ellos no tenían lugar. Allí lo que mandaba era el rango académico, no el militar, así que no era del todo extraño que un sargento diera órdenes a un teniente. Y tampoco era extraño oír conversaciones en cualquier acento de cualquier rincón del Reich o, más tarde, de países ocupados. La uniformidad tampoco era una norma de estricto cumplimiento en la base secreta, ni el origen social de los trabajadores. Con todo ello, podemos intentar imaginarnos un Peenemünde habitado con toda clase de personas que hablaban alemán con acento aristócrata de Baviera o minero de Silesia, checo, francés, húngaro, bielorruso o letón, vestidos con trajes de confección o con uniformes de la Wehrmacht, las SS, monos de trabajo. Con toda seguridad, Peenemünde era el pueblo más mezclado y heterogéneo de todo el planeta en ese momento, algo que solo sería igualado por los aliados en Los Álamos y los rusos en Akademgodorok. Pero la construcción de este gran centro de investigación se salió tanto del presupuesto, que la Luftwaffe decidió retirar su financiación en enero de 1939 y dejar al Ejército a cargo de todo. La fuerza aérea tuvo que conformarse con el control del aeródromo, aunque lo aprovechó al máximo para desarrollar sus propios proyectos. Cuando empezó la guerra, se inició ya perentorio terminar con las obras, por lo que Hitler encargó a Albert Speer que lo terminara de una vez. Y éste, quizás consciente de la importancia de Peenemünde no solo para la guerra, sino para después, una vez que Alemania ganara la guerra, imaginó y diseñó un Peenemünde como una ciudad capaz de alojar 30.000 científicos y convertido en el centro espacial del mundo.

A finales de 1939, tras haberse gastado unos 300 millones de marcos (a los que habría que sumar otros trece millones anuales para mantenerlo funcionando), Peenemünde ya era una realidad, concluyendo también entonces el traslado del material y personal desde Kummersdorf.

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